Es domingo y estoy manejando el R12 hacia Villa la Ñata, por la Panamericana. Salí tarde, llegaré de noche. Voy solo con José, no quise traer a nadie mas, el perro no habla, no pregunta... Estoy chinchudo, medio histérico, llevo cien pesos para pagar el remolque de la chata, treinta para nafta y veinticinco para el peaje... y eso es todo. Una camioneta se me tira encima a 160, va sorteando los coches como parados, se me escapa una puteada. Le miro los ojos al José y veo que el boludo se cree que la cosa es con él... Le hablo y le acaricio la oreja... mueve la cola y superamos el malentendido. Llego al precario embarcadero de Miguelito, en Villa la Ñata, ya es casi de noche. Nos saludamos, me cuenta que aun no cobro el plan Jefes de Familia, que tiene cuatro hijos. Pienso que al llevarme la Chata se quedara en bolas... Le pago lo de este mes. Bajo las pocas cosas que traje y las coloco en el chinchorro. Acomodo el rollo de cable para cargar la batería en la popita y le doy la orden a José que salte. Menos mal... saltó bien, sino vamos a parar al carajo con el chinchorrito. A la mujer de Miguelito la cargo, le pregunto si el bote no es la palangana para llevar la ropa al tendedero... La mujer se ríe, Miguelito no. Manoteo el único remo, me arrodillo en la proa y avanzamos hacia la Chata. Me cuesta un huevo lograr que José salte por la borda de madera, en la oscuridad de la noche esta inseguro. Después de insistir mucho y bambolearnos otro tanto, lo ayudo del collar y salta a bordo. Acomodo las cosas, revoleo el cable a tierra y conecto el cargador a la batería. Prendo todas las luces y miro. Esta todo, no se afanaron nada. Me hago unos mates y con la pava en la mano me voy a la cubierta en la inmensa proa. Me siento en el piso y atrás viene José despacio oliendo todo, se tira al lado mío con el hocico oteando el aire, escrutando la noche. Yo hago lo mismo. Esta noche tiene luna... o la luna tiene una hermosa noche alrededor. Un pájaro canta a escasos cien metros en el Lujan, una colectiva se escucha a lo lejos, el agua está planchada. Me relajo y doy un profundo suspiro... el Delta es más potente que un fármaco. Al rato, con el alma lavada y planchada, me voy a la timonera. Me hago una sopa crema de cebolla y mientras hierve el agua... me avivo que me olvide la cuchara. Le hecho mas agua a la cacerola, me tendré que tomar la sopa a sorbos en una taza. La sopa está rica, José come su comida pero me mira la taza. Le mezclo unos fideos en su vasija y el turro come con ganas. Me subo a la litera en la timonera y le digo al perro que se eche en la manta del piso. No hace frío, la noche está linda y mientras me duermo... me acuerdo de mañana. Y se me estrujan un poco las tripas... Hace semanas que me pasa lo mismo cuando pienso en este viaje... y no se porqué. O lo sé, pero no me lo quiero confesar ni siquiera a mí mismo. Mañana a las ocho de la matina pasa Manuel con el lanchón. Vamos a remolcar la Chata con su motor desarmado hasta el Puesto de Frutos. Allí el mecánico sacará por fin el Fiat CP3 a tierra y dirá su veredicto. Hace días que me resisto a hacer este viaje, ¿qué me dirá el mecánico? El dinero que está entrando al taller es poco y esto desde hace meses, los cien pesos me duelen. Encima, para remolcar tendría que haber sacado un Permiso de Remolque. Yo tengo carnet de recreo, la Chata es mercante... es todo un despelote. Decidí hace tiempo no sacar ningún permiso, y para no joder, remolcarla un lunes de madrugada. Sé que voy a cometer una infracción y me pone mal, pero un lunes no jorobo a nadie sin trafico en el Lujan. Me duermo pensando que me jode mas, si la falta de dinero, la falta de permiso, lo del motor o... ¿O acaso me pesa... la historia de la Chata? Me despierto con frío, siento en la boca un regusto a cebolla. El José quiere mear, esta gimiendo en la puerta de la timonera. Me hago unos mates dulces, como digestivo, y escucho llegar el lanchón de Manuel. Dejo salir a José a la cubierta y saludo al flaco que atraca en la proa con su embarcación estrepitosa. Es un viejo bote de salvamento, con un motor interno a la intemperie, cubierto apenas con una lona. El motor parece el de un Jeep, el lanchón debe medir como seis metros, todo de hierro. El radiador de aire es alimentado por Manuel con un balde... con agua de río. Me hace acordar a una versión de los hermanos Macana en el agua... En fin... lo hicimos ya una vez, desde el Paraná hasta Villa la Ñata, lo haremos dos. Saco los podridos cabos que sujetan la Chata a las palmeras y a mano la giramos, proa al Lujan. Engancho el cabo de remolque en el palo macho y con el lanchón resoplando, en apenas cien metros viramos hacia Tigre. Me censo la panza y parece estar bien, entré en calor. Pero siento por dentro que algo se acaba, se rompe o se trastoca en el alma... José retoza por las bandas o la proa olisqueando hacia la costa cercana. Cuando divisa un perro en la orilla se le queda mirando y va caminando hacia la popa hasta que se le acaba el barco. Yo voy colgado, medio al cohete, de la rueda del timón por si se presenta alguna maniobra extraña. De vez en cuando corrijo algo el rumbo que me marca el lanchón. La mañana es hermosa, no hay un solo barco a la vista y hace rato que navegamos cuando... aparece una lancha de PNA. La lancha está remontando el Lujan y al vernos aminora la marcha. El estomago me pega un tirón... Pasan a babor... y los de PNA me saludan. Aminoraron la marcha para no molestar... Mientras me maldigo en silencio escucho que a nuestras espaldas aceleran. Las tripas me hacen ruido y ya siento, como decía mi vieja, dolor de cólicos. Pienso por un momento en dejar el timón amarrado y mandarme a la bodega con el balde... Total la Chata mantiene el rumbo un buen rato sola. Pero ya tengo a la vista la rueda de la Vuelta al Mundo del Parque de la Costa... Voy agradeciendo que no haya tráfico, la maniobra será fácil. Hace unas semanas averigüe que en el Puesto de Frutos la amarra es muy barata. Me han contado que hay chatas que están allí hace mucho tiempo y nadie sabe siquiera de quien son Hace tres años que paso por la zona, normalmente los fines de semana, y cada ves hay menos barcos en las dársenas, tiene que haber lugar para elegir, y sin molestar a nadie. Viramos en la boca de la dársena y esta está... hasta las bolas de chatas de madera, de chapa, cargando y descargando. Los barcos y la gente van y vienen. Miro y miro... y no veo ni siquiera un lugarcito hasta el fondo de los muelles. El estomago y algo mas se me da vuelta... ¿qué hago?, ¿dónde la dejo? Manuel desde el lanchón a 25 metros me hace una seña con los dedos unidos por las yemas. Le hago otra seña diciéndole que siga, que siga... Quizás los barcos al estar a lo largo nos esconden un lugar libre. El flaco no me da bola y comienza a virar el lanchón. No entiendo que quiere hacer, salgo a la puerta de la timonera y le grito. Me señala detrás nuestro. A estribor hay un lugar entre un viejo barco de chapa y un pontón abandonado. Está a solo unos 40 metros del Lujan, al entrar no lo vimos... pero parece chico. Le grito a Manuel: Flacooo!!!, ¿no es chicooo? Me hace una seña abriendo los brazos y encogiendo los hombros. Que otra cosa podemos intentar... es el único lugar. O ese o ninguno. Logramos amarrar, pero el lugar es tan corto y apretujado que las cubiertas no alcanzan como defensas. Falta una bien en la banda. El muelle de hormigón y lo movido de Lujan a 40 metros hará pelota todo. Descubro una enorme cubierta de camión atada con un cabo de acero al muelle. Le digo a Manuel que me ayude y juntos la sacamos y ponemos en posición. El cable esta roto, oxidado, nos hacemos pelota las manos, el esfuerzo descomunal nos deja jadeando. Cuando terminamos no aguanto mas... Le digo al flaco que me espere, que me estoy caga.... y balde en mano me voy a la bodega. Siempre es increíble cuando uno zafa de esta situación... Al aflojar los esfínteres pareciera aflojar también el espíritu todo. Al terminar miro alrededor buscando algo... Buscando y pensando donde está el papel. No hay papel, no traje papel... y arriba los muelles están llenos de gente. José me mira desde la escalera con la cabeza torcida como preguntándose que me pasa, solo falta que me ladre... Estoy puteando a viva vos a diestra y siniestra, pensando que hacer, que solución. Yo tenia un profesor de biología en la secundaria, que siempre decía que un sistema digestivo funciona bien, perfecto, cuando no se precisa papel higiénico. No era este mi caso. Lo único que tenia a mano era el celofán de los Particulares. Uso la única solución a mano, para no usar la mano, y me levanto los lienzos. Mi espíritu, el que se había aflojado, se enerva otra vez... En cubierta tiro el balde al agua a escondidas, tengo vergüenza, entre la banda y el muelle dos o tres veces, para enjuagar. Una de las veces me apoyo en la puesta de estribor de la timonera y sin querer la abro. Se cae un papelito que alguien dejó allí hace un tiempo, estaba incrustado entre el marco y la puerta. El papel esta amarillo de viejo, quizás lo pusieron en Villa la Ñata... Lo levanto y leo: ¿Querés vender tu barco?, llamame la 15-49.....2 Lo leo dos o tres veces asombrado y lo guardo en el bolsillo. Ya estamos otra vez rumbo a Villa la Ñata. El lanchón no tiene piso, José da vueltas y no encuentra donde tirares. El motor resopla a los gritos y es imposible hablar con Manuel. Menos mal... así me quedo a la distancia apoyado en una banda fumando cigarrillos. Los cigarrillos que, fumados durante años me han eliminado el olfato...y no sé a que huelo yo mismo. A colonia no. José encontró que el mejor lugar es debajo de la lona, la que tapa el bote en parte, al lado del motor. Se banca el estruendo y el calor con tal de tenerme a la vista. Cuando se encuentra en algún lugar muy extraño, normalmente artificial para él, hace eso. Me juna esperando, esperando para ver por donde rajar, el no sabe por donde... El Lujan está apacible, solo avanzan allá a lo lejos un arenero vacío, más lejos una colectiva. El arenero larga, vaya a saber porque, dos pitadas roncas. Quizás tan solo salude a alguien. El Lujan y el ronroneo del motor me contagian, me tranquilizo a pesar del pantalón y los lienzos... Abarco todo el río con la vista, miro los muelles conocidos, suspiro, saco el papelito del bolsillo y lo leo otra vez. Por dentro, y no sé bien porque, no me entiendo... pero se me destraba algo. ¿Querés vender tu barco?, dice... Creo que allí... Sí, estoy seguro, allí tome la decisión de vender la Chata. Pdata. Solo falta contar que, al llegar a La Plata, me di uno de los mejores baños de mi vida vestido. Mucho mejor y estimulante que caminar bajo la lluvia... Luego... es historia conocida, luego vendría la búsqueda y encuentro del Pacú. Que hayan tenido un Buen lunes, que tengan un Mejor martes. ® Oscar~Pacú |