Corría
el año de 1720. Los informantes españoles infiltrados entre
los portugueses habían dado aviso a Su Majestad Católica de
que dos navíos portugueses artillados con 30 cañones arribarían
a la Colonia del Sacramento para transportar una importante carga de contrabando
que allí aguardaba a ser llevada al Reino de Portugal.
Su Majestad Católica ordenó que " la guardia de Buenos Aires embarazace la zarpada de los navíos portugueses por conocerse que transportan porciones de plata y oro del comercio ilegal con los castellanos... " El "Nossa Senhora da Penha de Francia e Animas do Purgatorio" al mando del Capitán Juan Baptista Rendón y perteneciente a la flota del Infante Francisco de Portugal, luego de su arribo a la isla de San Miguel en las Azores con cargamento de vino y aguardiente, recibió la orden de dirigirse a la Colonia del Sacramento para levantar una importante carga, junto con otros pasajeros y religiosos agustinos y franciscanos de la Audiencia de Chile. Luego debía dirigirse a Portugal haciendo escala en Río de Janeiro. Debía extremar la reserva del viaje puesto que además tendría que escapar de la requisa española. La ruta de la navegación sería la acostumbrada en la época. Bordear la costa oriental del Río de la Plata rumbo al cerro de Monte Vidi -Montevideo- para escapar del Banco Ortíz. Rumbo a las Islas de Flores, pasando al Sur de éstas y no muy lejos de ellas, para esquivar el Banco Arquímedes y el Banco Inglés. Finalmente con el rumbo hacia las Sierras de las Animas y Cerro Chico enfilarían hacia el Sur de la Isla de Maldonado y la Isla de los Lobos para así salir a mar abierto. Los tropas españolas que residían en Buenos Aires habían destacado patrullas mal pertrechadas para enfrentar una situación naval. Recorriendo la costa eligieron el mejor punto para acampar y observar la salida del Río de la Plata. A las ocho de la mañana del 26 de enero de 1720 las tropas españolas divisan sobre el perfil del horizonte un navío portugués que tenía los mástiles partidos y estaba a punto de desaparecer bajo el agua. Los españoles, con dos lanchas que transportaban 51 soldados, se dirigieron presurosos al navío para auxiliar como era debido por la "ley del mar" y para requisar todo aquello que fuera contrabando. Cuando llegaron a bordo hallaron que la bodega estaba completamente inundada, lo que les impidió proceder a la inspección ocular de la carga transportada. Desembarcaron a oficiales, pasajeros y religiosos y luego en tierra procedieron a revisar la poca carga salvada y tomar declaración al Capitán. La requisa española sólo confiscó unos $ 35.000 en oro y plata. El Capitán declaró que sólo transportaba ese dinero y unos mil cueros de vaca nada más y que, por supuesto, nada sabía ni de contrabando ni de que hubiera otro navío pronto a partir o que hubiere partido desde la Colonia. El sumario que duró por varios años, casi hasta 1725, no hizo más que confirmar como los castellanos residentes en los alrededores de la Colonia del Sacramento ejercían el comercio ilícito con los portugueses hasta el punto de asociarse y nombrar testaferros para encubrir su fraudulentas operaciones para la extracción de la plata y el oro de Su Majestad Católica. Durante la navegación el navío se había acercado demasiado a la costa y chocó contra "los bajos del Santa Lucía" -el actual Banco de Santa Lucía- de modo tal que rompió sus mástiles e inundó fatalmente sus bodegas. |
Balas
de caņon rescatadas en 1995 del naufragio El Peņa (1720)
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Balas
de caņon rescatadas en 1995 del naufragio El Peņa (1720)
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