Año 1768. Por orden de Su Majestad Católica se da la fatal orden de expulsar a todos los jesuitas del Reino de España. Todos sus bienes y pertenencias debían ser confiscados, vendidos y remitidos a las arcas de la corona. En el ámbito del Río de la Plata, las Juntas de Temporalidades se encargaron de ejecutar la orden. Para el año 1770 todos los bienes, objetos de culto y valores jesuitas radicados en el ámbito rioplatense habían sido acumulados en el puerto de Buenos Aires. El Ministro del Rey, el intrigante y creador de la masonería española, el Conde de Aranda, había dado especiales instrucciones para que le fueran enviados a él nueve cajones de plata labrada pertenecientes a los religiosos de la Compañía de Jesús: " (...) Asiento 256. Del Excelentísimo Señor Gobernador Francisco de Bucareli y de su Gobernador y Capitán General de esta ciudad y provincia, y de su orden y por manos de los señores Don Martín Joseph de Altolaguirre y Don Juan de Arce, Tesorero y Contador de las Temporalidades ocupadas a los Regulares de la Compañía, y por cuenta y riesgo de ellos, tres mil seiscientos setenta y cinco marcos, cuatro onzas, catorce adarmes de plata labrada, y tres marcos, cuatro onzas, cuatro adarmes de oro, cuidado todo ello dentro de los con la marca del margen y una armazón de madera en forma de nicho con sus correspondientes molduras o pilares con algunas labores de plata (anexa a la cantidad principal) en piezas sueltas para entregar todos ellas a la disposición del Excelentísimo Señor Conde de Aranda (...) " Pero el 14 de abril de 1770 el Maestre de la fragata española llamada "Nuestra Señora de la Concepción y San Nicolás de Bari" se presentaba ante las autoridades de Montevideo y declaraba entre otras cosas: " (...) Don Salvador Moreno y la Corte, Maestre del navío nombrado Nuestra Señora de la Concepción y San Nicolás de Bari (alias La Felicidad) propio de los sres. Uztaris Hnos. y Cia. de la ciudad de Cádiz, ante vuestra señorías y vuestras mercedes como mejor proceda parezco y digo (sin perjuicio de otra acción o derecho que me corresponda) que la tarde del día once del presente mes de abril me hice a la vela de las balizas del puerto de Buenos Aires, en la Lancha propia de don Manuel Joseph de Borda, gobernada por el Patrón Bernardo Rodríguez, con el registro de plata y oro, en cantidad de seiscientos veintitres mil doscientos once pesos cinco y tres cuartillos reales de plata acuñada, diecisiete mil ochocientos veintitrés pesos oro, todo en doscientos ochenta y ocho zurrones; sesenta y cuatro sacas de lana de vicuña y demás que constase del registro; navegando con el destino de este puerto de Montevideo (...) tocó la referida Lancha sobre un bajo (...) donde se perdió, (...) con cuyo auxilio pude salvar mi persona, otros pasajeros y la tripulación de la referida Lancha, y a esfuerzos y con inminente peligro los pliegos del Real Servicio de Su Majestad y del Público, con más un cajón rotulado al Rey Nuestro Señor por mano del Secretario Universal de Indias que dice ser monedas con peso de veinticuatro marcos y seis onzas; dos mapas rotulados para Su Majestad y así mismo ciento veinticinco zurrones de a dos mil pesos cada uno, y otro pequeño con ocho mil ciento sesenta pesos en oro (...) pero cotejada la cantidad de zurrones salvada con la total que consta del Registro se halla faltar la suma crecida de ciento sesenta y dos zurrones, (...) " Una suerte de castigo había decretado que todos los bienes confiscados cruel e injustamente a los jesuitas, debía permanecer en el Río de la Plata. Aquella fatídica mañana del Viernes Santo del 13 de abril de 1770, la lancha de tráfico que debía trasbordar la plata y el oro de los jesuitas, se hundió ante el asombro y la impotencia de sus expertos tripulantes...
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